Ya no me interesa la energía, ni las dimensiones, ni las densidades, ni los seres de otros planos existenciales.
Ya no me interesa ninguna luz que diga ser creadora del Universo manifestado, porque esa luz solo puede ser una alocada idea en mi mente.
Qué más me dan las estratagemas de control social por parte del victimario, si he recordado que ni hay, ni hubo ni habrá víctima alguna.
Cuan ínfima puede ser la importancia que le doy a cualquier método de curación, de prevención de afecciones o de conservación de la salud, si ahora sé que la enfermedad no existe.
No me importan las escalas evolutivas porque ya soy completo, todopoderoso y omnipresente.
Cualquier cosa que acepte en mi experiencia, que sea el símbolo de la rica y únicamente buena abundancia de la totalidad; no más ídolos sustitutos de lo divino.
Solo hay un sabio de apariencia ignorante, un único maestro en el que me uno a mis hermanos, parezcan lo que parezcan ser.
A ello me entrego, por eso sé que esta tarde, más allá del tiempo y del espacio, disfrutaré de una cerveza artesana tostada, acompañado de mi mujer y de mi hija, a las que bendigo.

Edgar Zamora Malagón